Vicki Bernadet «No basta con evitar el abuso a tus hijos, necesitamos conciencia colectiva»
Sufrí abusos de los nueve a los 17 años. Ahora tengo 59. Cuando tenía 33, mi sobrina encontró unos poemas e intuyó que algo no era normal. Yo era consciente de haber sufrido abusos pero no de ser una víctima, porque pensaba que me lo merecía. La fundación nació cuando no encontré a nadie ni nada que me ayudara. Me di cuenta de que los adultos que habíamos sufrido abusos éramos invisibles. Mi objetivo es cambiar las cosas desde la pedagogía y la diplomacia. Si caminas solo vas rápido, pero acompañado llegas más lejos.
Un 23 por ciento de niñas y un 15 por ciento de niños sufre algún tipo de abuso sexual antes de los 17 años. De estos, un 60 por ciento nunca recibirá ayuda de nadie porque no lo habrá explicado y no se le habrá detectado. Ocho de cada diez se producen en el ámbito familiar. En la Fundación Vicki Bernadet nos encargamos de los abusos que se producen en el entorno de confianza. Llegan más de dos casos al día.
¿He oído bien? ¿Una de cada cuatro niñas y uno de cada siete niños sufre abusos en España?
Estos datos son de un estudio de 1994 a petición del Ministerio de Asuntos Sociales. Es el informe más completo que existe en España. Se han hecho otros pero los porcentajes siempre son los mismos. Pedimos a la Administración que actualizara estos datos con un nuevo estudio y nos dijeron que no había presupuesto y que algún día se haría. Los porcentajes son muy similares en el resto de países desarrollados. En Estados Unidos, Canadá y Europa son casi iguales.
Hablamos de una lacra generalizada.
Si en lugar de abusos sexuales fuera cualquier otro problema, ya se habrían hecho un millón de cosas en prevención, intervención y especialización. Lo que pasa es que son abusos en la infancia y se producen en el entorno de confianza de la familia: un ámbito protegido y cerrado. No basta con evitar que pase a tus hijos, a tus nietos o a tus sobrinos. Buscamos una especie de concienciación colectiva de que son nuestra infancia.
¿Qué es un abuso sexual?
Un abuso es cualquier actitud o comportamiento de tipo sexual que hace un adulto hacia un menor, que no tiene la capacidad de dar su consentimiento ni de participar de forma igualitaria. Lo que busca el agresor es que el niño sea objeto de su satisfacción sexual. Un abuso no puede ser cuantificado o cualificado. No hay uno más grave que otro. Dependerá de cómo es el niño, de sus recursos de protección o de las herramientas de que dispone para superarlo.
No es una definición jurídica.
Todo el proceso necesita de los niños porque hay que preguntarles, pero el gran obstáculo es la lentitud de la Justicia, que no permite trabajar con el niño desde el primer momento. En una terapia respetas el ritmo del menor, sus preocupaciones y sus prioridades pero cuando hay un procedimiento judicial se ven obligados a explicar exactamente qué le han hecho, qué día y a qué hora.
La Justicia estira de un brazo y los terapeutas del otro. Mientras, el niño se va rompiendo.
Exactamente. Su testimonio es tan importante que a veces resulta ser la única prueba que existe. Por eso tiene que haber un trabajo conjunto de todos los profesionales para enontrar un equilibrio a la hora de tratar estos temas. Hace unos meses di una conferencia a futuros jueces y abogados y les dije que entendía que la parte emocional y la parte de Derecho han de estar separadas, pero no han de estar alejadas. Hay que trabajar juntos.
Los abusos son delitos cometidos en la intimidad y eso lo complica aún más.
La sociedad no piensa que haya muchos casos de abusos en la familia porque no salen en las noticias. En cambio, está más acostumbrada a los casos de pederastia. Me refiero a un desconocido que viola a una niña.La mayoría de abusos en entornos de confianza se tapan. Y después está el mito de la infancia feliz, porque los niños tienen que ser felices por fuerza. Comen, juegan y se les hace regalos. No pueden ser infelices. No pensamos que puedan ser desgraciados y muchas veces lo son.
La familia se ha magnificado, se ha consagrado. No se la ha vendido como una institución que pueda tener defectos y virtudes. Los padres dicen: no escuches a nadie, sólo a nosotros, porque todo lo que digamos y hagamos será por tu bien. Cuando das este mensaje, automáticamente cierras la puerta a que un niño perciba que alguno de sus miembros pueda hacer algo que no debe hacer. Eso es lo que pasa cuando le hacen unas caricias, que le dicen que son por su bien y nadie le dice nunca que debe comunicar cualquier actitud de cualquier persona -sea o no un familiar- que le haga sentirse mal o le angustie.
¿Los niños son capaces de entender lo que les están haciendo?
Normalmente, los niños no se sienten víctimas de abusos, sino cómplices de algo mal hecho.
Si en la propia familia es tan difícil de detectar ¿por qué no lo explicamos en las escuelas?
Tenemos que llegar a que esto sea así, pero es complicado. Dentro del ámbito escolar no hay la formación especializada para tener herramientas de detección. Hace dos años empezamos un proyecto piloto en los colegios, pero la prevención no vende. Hace unos seis años, estaba en una mesa redonda donde había una ponente de Canadá. Me contó que, en su país, los profesores están obligados a hacer un curso de prevención y detección de abusos sexuales para poder ejercer. En nuestras aulas no se hace nada.
¿Por qué?
Muchas escuelas nos dicen que es mejor no hacer prevención, porque igual corre la voz y creerán que ha pasado algo. La directora de un colegio nos dijo incluso: ¡Si hombre, ahora haré un taller de detección de abusos sexuales con mis profesores para que empiecen a detectar casos y me llenen el despacho de marrones! También hay centros más sensibilizados con esta realidad. Yo creo que en la escuela hay que enseñar una educación sexual en positivo, no sólo genital sino de emociones, pero explicando también los riesgos existentes.
¿Es cierto que el niño que ha sufrido abusos sexuales tiene muchas posibilidades de repetir estas prácticas?
Tiene un alto índice de probabilidades de repetirlo, pero este mensaje resulta altamente estigmatizador. Un niño de nueve años nos preguntó en una terapia a qué edad iba él a empezar a abusar. Las estadísticas en este sentido no son reales totalmente.
¿Cómo se supera?
Yo sufrí abusos durante años. Después, escogí una pareja equivocada y sufrí malos tratos. Estadísticamente, detrás de la violencia de género, sea física o psicológica, acostumbra a haber abusos sexuales en la infancia. No es mala suerte. Es una manera equivocada de percibir lo que tú significas en este mundo de adultos. Los depredadores buscan personas que tengan esta dificultad y te localizan.
Pero eras consciente de haber sufrido abusos.
Siempre he sido consciente de los abusos, de lo que no he sido consciente ha sido de ser víctima. He sido una persona que no ha sabido escoger, me he dejado hacer cosas, he sido cobarde. Mucha de la culpabilidad que sentimos a los 12 o 13 años es porque el abusador te hace creer que eres tú la que está provocando esto. Te dicen: » perdona, si no hubieras querido venir no hubieras venido o si no quisieras ya lo habrías dicho». Así estás ayudando a una persona a hacer algo que está mal y te conviertes en su cómplice absoluto. Y eso hace que no lo expliques porque piensas que te dirán que lo podías haber dicho antes.
¿Has perdonado?
¿A mis abusadores? El concepto perdón es muy religioso. Desde el primer momento, no lo necesité. Yo buscaba gente que me ayudara a superarlo. Afortunadamente, yo no he sentido ira ni ganas de venganza. Gracias a la fundación me he podido conocer. Siempre me veía en la época en la que sufrí abusos con la cara pixelada, hasta que durante una conferencia en la universidad me vi nítida. Lo compartí con los estudiantes. Incluso creo que estaba gorda para evitar ser mirada o para pasar desapercibida. Para no gustar.
Vicki es generosa de palabra. Mezcla la primera persona del singular con el plural de la tercera en una misma frase insistentemente subordinada. Ni así consigue tergiversar la rotundidad de un mensaje que nace de sus entrañas, donde tuvo que bucear para salir a la superficie y respirar. Cuenta con escalofriante naturalidad que no se atrevió a denunciar los abusos que sufrió durante años, pero cada vez que se tacha de cobarde es un poco más valiente. Y es que lo hace para que no haya más vickis. Para que no haya más niñas que escondan su tormento o engorden hasta hacerse invisibles. Es imposible encontrar en su mirada, gesto o palabra el mínimo rastro egocéntrico cuando admite que ha sido galardonada como emprendedora social. No se ruboriza al hablar de los logros de la fundación que lleva su nombre y sólo se sonroja al enterarse de que va a ser fotografiada. Entonces, se lleva las manos a la cabeza para esconder el pelo que se acaba de rapar porque esta Vicki sí quiere gustar.
http://www.sincronia.org/voces/1641/
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Donar-nos la mà o la costella
Avui tenim lleis i estadístiques que assenyalen la violència de gènere com un delicte i una vergonya però, encara molt, encara massa, la força que no puja al cervell és un perill per les dones.
Fa uns dies, conversant amb l’Àngela Volpini, li parlava precisament del meu temperament, d’aquesta tendència quasi irrefrenable a la reacció, i el mal que em fa fer mal:
– Yo creo que es conveniente un respiro y decir ‘¡Ay! ¡Que soy un ser humano! ¡Tengo que pensar! jajaja…Tengo que pensar como lo hago porque si no voy a ser como una bestia’.
També són un perill per les dones, aquelles dones que tenen com a moneda de canvi per restar a la vora del poder la complicitat, la bellesa o la servitud d’una mare que alleta adults.
De la violència de gènere fins fa poc se’n podia parlar com si fos natural. Ara ja no. Ara les lleis i una visió crítica -televisiva i justeta- posen límits a l’abusador i no a la víctima. Sempre hi haurà algun “bisbe” dient als Matins de Tv3 que la dona ha de cuidar dels seus fills, però sobretot del més petit, el seu marit! I, és clar, mentre aquests personatges campin pels programes de màxima audiència en lloc d’estar tancats a la presó per instigar a la immaduresa i a la violència de gènere, i l’educació de l’amor passi per cançons que canten coses com, “no puedo vivir sin ti, no soy nada sin tu amor y eres mía” (com si se li pogués fer l’amor a una propietat), tindrem pallisses. Lleis, estadístiques, programes televisius i pallisses. Advocats, metges, astronautes, economistes, independències i pallisses.
Hem de tenir en compte que la primera classificació de compravenda d’aquesta societat de consum és la de gènere, i això ja ve de la costella d’aquell. Travessar el gènere de camí cap a Ser Persona és una feinada, sí, però és el que hem vingut a fer. Aquell dia que, lliures, entre l’Amor i el poder vam triar la poma, se’ns va girar feina.
Pegar a les dones és de covards però, de fotre-li un mastegot a la meva, tu no n’has de fer res.
Aquesta resistència a deixar la selva i negar la paraula el perdó com a vehicle de salvació i entesa, és la tria de molts encara. Jo em pregunto si no podrien ser una mica més involutius i en comptes de respondre com animals, fer-ho com a plantes i quedar-se quietets al sol fent la fotosíntesi per sempre més.
Una societat que fa diferencia entre les pallisses al carrer i les pallisses a casa, que no aprofundeix amb la llei ni l’educació de segons quins temes, és profundíssimament sospitosa. Quan era joveneta ma mare m’explicava coses com aquesta:
-Avui a la tenda ha vingut una dona amb la cara feta un sant cristu… (i mirant a banda i banda) es veu que el seu home li fot llenya.
I ja està. Això era tot. I jo pensava: Un sant cristu…? ¿per què és sant el cristu? ¿per haver suportat en silenci la llenya mentre ningú al seu voltant feia res per impedir-ho?
Anys més tard he sabut que el Cristu va ser Sant més aviat per tot el contrari. Es veu que va decidir travessar tota la llenya amb la seva crítica de l’ús de la força contra el dèbil fins que, de tanta llenya el van matar. Per això encara se’n parla i per això encara el volen fer callar.
L’arrel d’aquest silenci protegeix i amaga la veritable culpa dels que callen davant l’abús i perpetuen un sistema de dominants i dominats del que se’n beneficien, passiva o activament. La falsa culpa de les víctimes és només per causa del silenci, la por, la immaduresa i la ignorància. L’educació en el que és realment just i necessari és Amor. Cal parlar d’Amor econòmicament, astronàuticament, científicament, sanitàriament, artísticament, religiosament… Cal redireccionar la força i fer-la servir per cuidar al més dèbil. Això és triar entre el diví en l’home o l’animal en l’home que deia l’Àngela. Això és i serà una petjada endavant o endarrere. Donar-nos la mà o la costella.
Article publicat a eldiario.es
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Contra la violencia de género, la revolución masculina
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Más de 100 mil niños abusados por religiosos
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esta bien esto del cariño. casaldaliga fabra sen