Per anar-nos preparant pels dies que venen, la Teresa Forcades ens envia aquest vídeo:
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29/03/2013 – Marta Menán (texto) / El Progreso + Alberto Estévez (fotos) (Lugo)
Cuenta Teresa Forcades que un día sintió la llamada de Dios y que, aunque en un primer momento intentó ignorarla, esta se hizo tan fuerte que venció todas sus dudas. Su perfil no era entonces el que se espera de una novicia, pero han pasado los años y tampoco es el que se espera de una monja.
El mundo entero siguió y se sorprendió con la elección del nuevo pontífice. ¿Esperaba el giro por el que, presuntamente, ha apostado la Iglesia católica?
En todo esto, lo que más me interesa es la necesidad -que ya expresó en su día el cardenal Martini- de poner al día una estructura que lleva de 200 a 300 años de atraso. Esto, en la elección papal, se refleja en que elijan solamente los cardenales, todos varones y de cierta edad. La elección de un nuevo Papa habría sido una gran oportunidad para debatir sobre esta renovación y no ha sido así. Habrá que ver cómo se encaja y atiende esta crítica interna en los próximos años. Esto es lo que de veras importa, no si el Papa es de Italia o de Argentina.
Entonces, ¿no cree que ha llegado el momento de la «necesaria renovación» de la Iglesia por la que aboga en su libro?
Cualquier cambio en la historia, tanto a nivel eclesial como social, ha empezado por abajo. Cuando se escogió a Juan XXIII, por ejemplo, ya se habían vivido movimientos renovadores como el de la Nouvelle Théologie en Francia o el Movimiento Litúrgico, que aquí en Montserrat tuvo gran importancia. Pues yo veo que ahora está sucediendo algo similiar: desde la base se está estructurando una crítica constructiva y fiel que, no sé si será este Papa, pero llegará un momento en el que no se podrá ignorar.
¿Qué sensaciones le transmite el Papa Francisco?
Conozco las críticas a su actuación durante la dictadura, pero no puedo entrar a valorarla. Lo que sí es evaluable es su posición sobre la aceptación plena de la homosexualidad en la Iglesia católica, algo sobre lo que Francisco se ha pronunciado en contra, o ante esta crisis aguda de lo que serían los derechos sociales, y en la que él no ha apoyado a los grupos que desde el cristianismo reclaman un cambio de estructura real. Hay signos positivos, como no sacar la estola de armiño, pero me interesan más las cuestiones de fondo. Y esas las vamos a ver pronto.
Su antecesor, Benedicto XVI, renunció porque no tenía fuerzas. ¿Hay que elogiar su honestidad?
Sí, y esa renuncia sí que ha roto una mítica del papismo. En los últimos papados, como los de Juan XXIII o Juan Pablo II, quizás por su carisma, se habían depositado en sus figuras unas expectativas casi mesiánicas, algo que no pasaba en las primeras comunidades cristianas. Esto, hoy en día, es algo fundamental.
Siempre ha sido muy crítica con la Iglesia, de la que es miembro activo. ¿Esto no le ha ocasionado alguna amonestación?
Es que la Iglesia no se puede concebir como una confrontación entre miembros, y por tanto defensores, y no miembros, que estarían poco menos que apuntando con la escopeta. Para mí la fidelidad crítica es la que demuestra la ligazón, que te importa la institución y crees en ella. Desde ese amor es desde donde nacen las críticas. Y sí, sí he recibido alguna amonestación, que vino por el tema del aborto.
¿Cómo se produjo?
Pues, después de una intervención televisiva mía, cuando me preguntaron mi opinión sobre este tema, yo la di y recibí una carta del cardenal Rodé amonestándome.
Era algo inevitable…
Bueno, dentro de la institución existe la libertad de expresión, aunque hay quien dice que tienes que guardarte para ti las opiniones que no coincidan con las oficiales. Ahora bien, si tu libertad de expresión te lleva a contradecir uno de los dogmas centrales de la Iglesia, sobre todo si eres teóloga, el magisterio algo tendrá que decir, si yo me dedicara a afirmar que Jesús no es Dios no podría esperar que me dijeran «estupendo». Lo que ocurre es que se debe tener muy claro lo que el Concilio Vaticano II denominó jerarquía de verdades: las incuestionables son la Revelación, la Trinidad y la Cristología. Los otros son dogmas secundarios y revisables a lo largo de la historia, como ocurrió con la noción de bruja -las mujeres que han tenido relaciones sexuales con el diablo y que lo mejor que se podía hacer con ellas era quemarlas- o que, según se afirmaba hasta el Concilio Vaticano II, la mejor forma de organización era la monarquía absoluta.
Y todo esto aplicado al aborto, daría una interpretación distinta…
Sí, porque nos permite hacer preguntas que amplían y profundizan nuestra comprensión de los conflictos bioéticos y de su seriedad. Hay ocasiones en que la Iglesia católica tolera que el principio de autodeterminación o el derecho al propio cuerpo pase por encima del derecho a la vida de un niño inocente. Estoy pensando en el caso de un niño que precise un trasplante de riñón y su padre se niegue a dárselo aunque sea compatible. El principio de autodeterminación nos dice que en este caso hay que respetar la decisión del padre o de la madre, incluso aceptando que objetivamente se puedan equivocar.
Sobre este tema, en su libro recuerda que Jesús entendía perfectamente la distancia que separa principios y realidad.
Eso es verdad, por eso me gustaría que en la sociedad, desde la fe cristiana, pudiéramos hablar siempre de esperanza y decir a cualquier embarazada: «Confía, que esto que te llega como un revés puede ser una fuente de bendición para ti». Pero eso solo lo podemos hacer si detrás no tenemos las rejas de la prisión, sino sería una hipocresía.
Además de la elección del papa Francisco, este mes se produjo otro acontecimiento que conmocionó al mundo: la muerte de Hugo Chávez. Usted asegura que no hay ningún líder europeo con la cultura de este.
Es que aquí tenemos un estereotipo sobre Chávez que tiene poco que ver con la realidad. Si Chávez hubiera sido la persona que los medios de comunicación españoles han caricaturizado, entonces esa afirmación no tendría ningún sentido. Pero aquí no se ha pasado ninguna de sus entrevistas en profundidad, donde se aprecia su cultura, los libros que ha leído y que todo eso fue capaz de integrarlo en su pensamiento. No tengo constancia de que Zapatero, Rajoy, Cameron, Sarkozy o Angela Merkel tengan esa profundidad en sus discursos, porque de Berlusconi ya ni hablemos. En cambio, Václav Havel sí la tenía.
También afirma, tras viajar varias veces a Venezuela, que lo que se transmite sobre el país no tiene que ver con lo que pasa allí.
Eso lo afirmo de forma tajante. Esa tergiversación de la realidad de Venezuela se da, lo mismo que aquí se produce una tergiversación acerca de la realidad en Cataluña, pues de la manera que ciertos medios de comunicación la transmiten, hay gente en el Estado español que cree que en Cataluña no se puede hablar castellano. ¿Qué quiero decir con distorsionar? Pues, por ejemplo, el tema de la dictadura, ¿cómo se puede llamar dictadura a un Gobierno que ha sido refrendado 15 veces en las urnas?
¿Qué va a pasar en Venezuela?
El reto es inmenso, lo mismo que lo será si en nuestro país la democracia real avanza y nos sacamos el yugo de unos gobernantes que no han velado por nuestros intereses y nos han conducido a una situación insostenible. En Venezuela la crispación social es muy alta, pero yo tengo la esperanza de que los años de este Gobierno, que ha dado educación a una población secularmente marginada, se noten y el país avance.
El Gobierno venezolano ha afirmado que el cáncer de Chávez fue provocado. Como médico, ¿qué le parece esa afirmación?
Esta afirmación me ha llegado de segundas, porque yo no he visto a Nicolás Maduro diciéndolo directamente. Sí supongo que hubo deseos de eliminar a un líder como Chávez -quien se opuso al discurso de que no hay alternativas al neoliberalismo-, que sufrió ataques no solo mediáticos. Si se pudiera inducir un cáncer, él habría tenido muchos números para que le hubiera pasado.
El doctor García Sabrido, jefe de Cirugía del Gregorio Marañón y amigo personal de Fidel Castro, afirma que «inocular un cáncer raya lo imposible».
Médicamente, no me consta que sea posible. Tú puedes radiar a alguien y después aparecen linfomas o leucemias, pero aparte de este yo no conozco otro mecanismo.
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DE PERFIL
Raíces
- Nacida en Barcelona en 1966, es hija de enfermera y nieta de médico.
Formación y fe
- Tras licenciarse en Medicina en Barcelona, en 1992 se marcha a EE.UU. Allí se especializa en Medicina Interna en la Universidad de Nueva York.
- También cursa el Master of Divinity en la Universidad de Harvard. Entra en el monasterio en 1997.
- Se doctora en Salud Pública (2004) y Teología Fundamental (2008).
Libro
- ‘Diálogos con Teresa Forcades’, de Eulàlia Tort (Editorial Dau) recoge las claves de su pensamiento.
«La razón no demuestra la existencia o no de Dios»
El gran público la conoció a raíz de sus críticas a la industria farmacéutica tras la salida al mercado de la vacuna contra la gripe A, de la que dijo que era una dolencia inventada. ¿Sigue pensando lo mismo?
Tú no puedes hacer de la salud una mercancía: si ganas dinero con las enfermedades, harás lo posible para que haya más. ¿Y eso como se consigue? Se exageran patologías, otras se inventan… Eso pasó con la gripe A, algo de lo que ya alertó el epidemiólogo Tom Jefferson, y algo similar está pasando ahora con la vacuna contra el virus del papiloma.
Es especialmente crítica con la gestión de la Sanidad pública, ¿qué es lo que se ha hecho mal?
La privatización, claramente. Hay una realidad: allí donde ha habido sanidad pública, ha habido una mejor atención sanitaria a la población, algo que demuestran taxativamente todos los estudios. Privatizar se basa en una mentira: en desprestigiar un sistema público que funciona, aunque tenga sus límites, y que solo necesita mejorar el gasto, que no se pierdan partidas presupuestarias por el camino.
Por cierto, ¿cómo sintió la llamada de la vocación religiosa?
Cuando yo tenía 15 años, leí los Evangelios por primera vez y, al terminar, me sentí estafada, porque pensé que había perdido 15 años de mi vida sin saber que eso existía. Eso sí, tuve un periodo de lucha interna, porque tenía mis prejuicios contra la Iglesia, y a los 28 años tomé la decisión.
En su caso, ¿no sintió ese dilema entre fe y ciencia?, ¿su formación como médico no le dice que la muerte es el final?
Kant ya expuso, en el siglo XVIII, sus aporías de la razón: es decir, es tan razonable creer que Dios existe como que Dios no existe; es tan razonable creer que la vida que conocemos acaba con la muerte como que puede existir otra vida en otras dimensiones. No es razonable intentar demostrar con la razón la existencia de Dios, pero tampoco lo contrario.
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