Hola amics,

estic asseguda al seient del avió viatjant amb les meves companyes cap a Caracas.

Tot ha començat força bé des de el primer moment. Ja a Madrid, el taxista que ens ha dut del aeroport a casa de ma germana per passar la nit i agafar el vol al dia següent, va ser molt amable. –¡Estamos de verbena! Id por la Puerta de Toledo y disfrutad de la fiesta.

Quan vam arribar a les 11 de la nit,  Adolfo, el porter, també ens va rebre amb cordial i sincera amabilitat –Cuando te he visto he pensado: Esta chica seguro que es la hermana de Roser, son ustedes clavaditas…

Quan hem sortit de matí  encara no havien posat els carrers. Hi havia una terrasseta encara per parar i, en preguntar-li a la noia si podíem esmorzar al solet, ens ha respost actuant –Por supuesto, enseguida. Llavors ha vingut per prendre nota Cesar. –No leais la carta, pedid lo que querais.   -Zumo natural de naranja, y una macedonia con piña, papaya, mango, platano, con todo lo que tengas y cuanto más tropical mejor, nos vamos a Venezuela! … ens han servit tot el que hem demanat, al solet refrescant de les 9 del matí. L’Eva, especialment interessada en la papaya, m’ha dit – només m’ha posat un trosset. –vaja… I jo, que en tenia dos, li n’he donat un. Els punts suspensius s’han quedat en suspens però s’han evaporat en un moment. No havien passat ni 10 minuts que ha vingut Cesar amb una papaya gegant a les mans per dir-nos que no ens n’havia pogut posar més perquè la que tenia estava, com podíem veure, verda, verda. Pures ganes de viure teníem tots plegats del tracte que ens donàvem els uns als altres. He volgut fer un repàs amb les meves companyes Eva i Laura de les precioses persones que ens hem trobat en tan poques hores del inici d’aquesta aventura. -¿Venezuela? ¿Y como que van ustedes a Venezuela? Va preguntar Cesar. Cesar és un atractiu home negre, cubà, d’uns 47 anys amb qui hem encetat una conversa de més d’una hora. Fa 14 anys que viu exiliat de Cuba i és periodista. –Vamos a dar testimonio del encuentro entre una mujer que admiramos y Hugo Chávez… ¿Que nos cuentas de Chávez?

L’opinió  de Cesar no és gens favorable al president Veneçolà, no creu que amb la seva política populista, amb la que satisfà la immediatesa creant un protectorat de persones dependents i dirigides (amb eslògans patriòtics exaltats), al agraïment per la via del vot, estigui veritablement construint un canvi durador.

Varem parlar de la seva experiència del socialisme Cubà, de la dictadura que no permet l’alternativa i va assenyalar el perill del poder absolut, ja de per si una evidencia de corrupció. Cesar m’ha promès que escriurà en el blog el seu parer i crec que realment ens pot interessar, però em va dir una cosa més enllà de l’anècdota que em va fer pensar. – yo, aunque como ves hablo mucho, no me gusta hablar demasiado de Venezuela, porque tienen oposición y mientras la gente se exprese en las urnas hay una esperanza para el individuo.

Una altre cosa que em va fer pensar, va ser el cas dels metges cubans a Veneçuela. Chávez ha portat una gran quantitat de metges cubans a cobrir els molts centres sanitaris gratuïts que ha obert al país. Aquests metges, em deia, son forçats a cobrir les necessitats d’un país amb el tracte i el sou que no els correspon al seu estatus social, i molts cobreixen l’expedient amb mínims i aprofiten per intentar fugir i recuperar un lloc que per estudis els pertoca.

Llavors vaig recordar el moment de les Converses singulars amb Teresa, en que parlava precisament d’això. Ella, metgessa, estava acostumada inconscientment a un tracte amb el pacient en el que s’estableix una jerarquia de submissió implícita. Quan a posteriori és va posar l’hàbit, i amb el vel al cap atenia al pacient, automàticament la jerarquia es tornà a la inversa. Fins i tot van aparèixer els diminutius, com sor Teresita, o germaneta. El servei que ofereix una monja i el que ofereix un metge ens fa variar l’estatus a uns i altres. A grans trets l’un és condescendent i l’altre ens inclina.   A la Teresa li va semblar molt interessant el treball d’amor en si mateixa que aquest descendir en la escala social pel fet del vel li plantejava. Com podeu apreciar no se l’ha tret.

Hola amigos,

Estoy sentada en el asiento del avión viajando con mis compañeras hacia Caracas.

Todo ha comenzado bastante bien desde el primer momento. Ya en Madrid, el taxista que nos ha llevado del aeropuerto a casa de mi hermana para pasar la noche y coger el vuelo al día siguiente, fue muy amable. –¡Estamos de Verbena! Id por la Puerta de Toledo y disfrutad de la fiesta.

Cuando llegamos a las 11 de la noche, Adolfo, el portero, también nos recibió con cordial y sincera amabilidad. –Cuando te he visto he pensado: Esta chica seguro que es la hermana de Roser, son ustedes clavaditas…

Cuando hemos salido por la mañana, aún no habían puesto las calles. Había una terracita aún por montar y, al preguntarle a la chica si podíamos desayunar al solete, nos ha respondido actuando –Por supuesto, enseguida. Entonces nos ha venido a tomar nota César. –No leais la carta, pedid lo que querais.   -Zumo natural de naranja, y una macedonia con piña, papaya, mango, platano, con todo lo que tengas y cuanto más tropical mejor, nos vamos a Venezuela! … Nos ha servido todo lo que hemos pedido, al solete refrescante de las 9 de la mañana. Eva, especialmente interesada en la papaya, me ha dicho – sólo me ha puesto un trocito. –vaya… Y yo, que tenía dos, le he dado uno. Los puntos suspensivo se han quedado en suspenso, pero se han evaporado en un momento. No había pasado ni 10 minutos, que ha venido César con una papaya gigante en las manos para decirnos que no nos había podido poner más porque la que tenía estaba verde verde. Puras ganas de vivir teníamos todos juntos del trato que nos dábamos los unos a los otros. He querido hacer un repaso con mis compañeras Eva y Laura de las preciosas personas que nos hemos encontrado en tan pocas horas desde el inicio de esta aventura. -¿Venezuela? ¿Y cómo que van ustedes a Venezuela? Preguntó César. César es un atractivo hombre de color, cubano, de unos 47 años con quien hemos iniciado una conversación de más de una hora. Hace 14 años que vive exiliado de Cuba y es periodista. –Vamos a dar testimonio del encuentro entre una mujer que admiramos y Hugo Chávez… ¿Qué nos cuentas de Chávez?

La opinión de César no es nada favorable al presidente venezolano. No cree que con su política populista, con la que satisface la inmediatez creando un protectorado de personas dependientes y dirigidas (con eslóganes patrióticos exaltados), con el agradecimiento por la vía del voto, esté verdaderamente construyendo un cambio duradero.

Hablamos de su experiencia del socialismo cubano, de la dictadura que no permite la alternativa, y señaló el peligro del poder absoluto, ya de por sí una evidencia de corrupción. César me ha prometido que escribirá en el blog su opinión, y creo que realmente nos puede interesar, pero me dijo una cosa más allá de la anécdota que me hizo pensar. – Yo, aunque como ves hablo mucho, no me gusta hablar demasiado de Venezuela, porque tienen oposición y mientras la gente se exprese en las urnas hay una esperanza para el individuo.

Otra cosa que me hizo pensar, fue el caso de los médicos cubamos en Venezuela. Chávez ha llevado una gran cantidad de médicos cubamos a cubrir los muchos centros sanitarios gratuitos que ha abierto el país. Estos médicos, me decía, son forzados a cubrir las necesidades de un país con el trato y el sueldo que no les corresponde a su status social, y muchos cubren el expediente con mínimos y aprovechan para intentar huir y recuperar un lugar que por los estudios les toca.

Entonces me acordé del momento de les Converses singulars amb Teresa, en que hablaba precisamente de esto. Ella, médica, estaba acostumbrada inconscientemente a un trato con el paciente en el que se establece una jerarquía de sumisión implícita. Cuando a posterior se puso el hábito y con el velo en la cabeza atendía al paciente, automáticamente la jerarquía se invirtió. Incluso aparecieron los diminutivos como sor Teresita o hermanita. El servicio que ofrece una monja y el que ofrece un médico nos hace variar de estatus a unos y otros. A grandes rasgos, el uno es condescendiente y el otro se inclina. A Teresa le pareció muy interesante el trabajo de amor en si misma que este descender en la escala social por el hecho del velo le planteaba. Como podéis apreciar, no se lo ha quitado.