Cumplí los cincuenta y empezó a sonar la cara B del single o la primera canción de la cara B del LP de mi vida. Pero, ¿quién valora la “buena” del disco? ¿Quién la calidad de la cantidad que sea, si comparamos piezas únicas como fabricadas en serie, si aparentamos, simplificamos, decidimos entre el blanco o el negro que nos ofrecen? Personas de todas las edades -que un día envejecemos y morimos- contenemos multitudes y la Luz en el prisma desprende arcoíris.

Las setenter 

Cecilia murió en el año 1976 de un accidente contra un carro de bueyes a los 27 años. Hoy tendría 72 años. Cuando decidí cantar sus canciones me preguntaba qué podía aportar haciéndolo si ella ya fue escuchada en radio-fórmulas y festivales, si ya alcanzó el éxito de ventas y público. Sin embargo, en una ocasión dijo “mis canciones no son para hoy, son para mañana”. ¿Hay algo más que la fama y el dinero? Creo que el poder incentiva la cantidad y la competitividad hasta el punto de borrar del horizonte los sueños, el deseo de calidad y cooperación.

He venido a Oviedo para poner en valor lo que una mujer profesional de la interpretación, de 52 años y con una vida por detrás, puede aportar a un repertorio que está por escuchar verdaderamente. Con esa intención – compartir contenidos adecuadamente musicados- he desnudado las canciones de los arreglos de la época, las he tomado en sus versiones incipientes de ensayos y búsqueda y las hemos revestido basándonos en la premisa radical de ponernos al servicio de la letra.

Mi pasión por Cecilia y su obra es personal, reciente y precisamente porque no puedo separar la obra de la persona que hay detrás de la obra. Precisamente porque, en su caso no se trataba de fama, poder y dinero. Pertenecía a una familia del bando vencedor y fue educada, con todos los privilegios, en países con democracia en los que Bob Dylan, Beatles, Joan Baez o Simon&Garfunkel -de quienes tomó su nombre artístico- se expresaban libremente al estilo del mayo del 68/15M señalando injusticias, abusos de poder, guerras fratricidas.

Desde su legado fascista, Cecilia no denunciaba injusticias. No hacia canción protesta. Con su guitarra y su pincel se dedicaba a pintar mentiras disfrazadas con su guitarra. Son historias normales, escenas cotidianas que invitan al oyente a dar su parecer, a olfatear su aroma y sentir atracción, extrañeza o rechazo. Lo hizo con la esperanza de tomarse en serio a uno mismo al leer las señales del cuerpo cuando entra en conflicto con aquello que somos esencialmente: Amor y Libertad dinamizando un cuerpo que madura, envejece y muere. Su canción Cíclope expresa como ninguna otra esa contradicción entre lo que vemos y lo que es, lo que se espera de nosotros y lo que realmente deseamos.  Su canción Si no fuera porque lo describe con tal radicalidad que maravilla.

Seguramente Cecilia habría escrito sobre este certamen que habla del valor de las mujeres de cincuenta para preguntarnos por las de 60, 70, 80…

Los cincuenta dan el pistoletazo de salida a la presencia de la meta que todos compartimos -la enfermedad, la vejez y la muerte de nuestro cuerpo- pero también todo ese misterio que surge de la experiencia y que el sistema centrifuga de nuestros cuerpos convirtiéndolos en carne de segunda pasados los cincuenta. Me parece tan estúpido no mirar la magnitud real de la vida que me avergüenza lo indecible.

El sistema alarga la vida física hasta los 90, a la vez la vacía de sentido a partir de los cincuenta.