El semáforo esta roto. Comunicas a las autoridades corruptas que el semáforo no funciona. Pasa el tiempo y, en lugar de arreglar el semáforo, rescatan bancos, roban y roban y vuelven a robar. Aun así, insistes con el tema del semáforo.
Tu deseo, está al otro lado de la calzada. Tu alegría, tu lavabo esta al otro lado de la calzada. Tus ganas de abrazar, de ser feliz, de orinar están al otro lado de la calzada. Finalmente, cuanto todo se desborda, tu impotencia, tu frustración, tu insatisfacción, tu tristeza y tu vejiga, decides cruzar en rojo. La vida a este lado de la calzada, obvia y decididamente, no es Vida.
Así pues está la cosa. La política es el arte de la convivencia. Las normas están para facilitarla pero no son Dios. Dios es Amor y el Amor, el sentido de la Vida, no cabe en la norma.
Aunque funcionara, la vida no puede quedar reducida a un semáforo. El semáforo, cuando funciona, sirve para ir en busca de la amada, para compartir y ser feliz, para satisfacer las necesidades.
¡Viva el semáforo de la política cuando esta al servicio de la Vida, del pueblo, de las personas!
Que ni un bosque de semáforos nos haga perder de vista las palabras de Teresa de Jesús: la norma esta muy bien, hija mía, y puede ser muy útil, pero llegado el momento «la persona no cabe en la norma».